viernes, 30 de octubre de 2009

TANGO ARGENTINO


Cuando era pequeñita,
mi padre me hablaba
de un zorzal criollo,
que cantando al viento y los años,
los laureles ceñidos a la sien.

Había nacido en Francia,
pero nuestro vino a ser,
tierra fue de trovadores
la que lo viera nacer.
Yo aprendí a amar
su sonrisa cordial,
su mirada en alta mar,
su nombre es CARLOS GARDEL.

El morocho del Abasto,
sin profesión ni quehacer,
sintió, un día por instinto,
cual su destino iba a ser.
Su historia son mil canciones,
a las que le da todo el ser,
por ¡Cantar…! ¡ Cantar! la consigna
y en cada canción arder.

Amó al amor y fue amante,
sin tapujo y sin doblez,
amor fuera el de la madre
a los que vienen después.
Cruzó los mares su fama,
y a trovar se fue Gardel,
un adiós – llama y ceniza-
lo andaba buscando a él.

Según me contó mi padre,
que fue en Colombia, en Medellín,
tragedia de aquel invierno…
en llamas murió Gardel.
El fuego de Prometeo,
entraba perenne en él,
la simiente de los mitos
ya estaba bajo su piel.

En un mar de tibias lágrimas,
Avda.Corrientes arriba sube
de los balcones abiertos,
bajo el nardo y el clavel.
Por esas calles el Tango,
silbando su desventura
y allá en la barriada oscura,
en tiempos deshilvanados
estuvo acechando el hombre,
como tigre en la espesura.

Que extraña melancolía de noche,
tienen los Tangos... que poesía,
sobre los barrios dormidos.






1 comentario:

  1. Que precioso homenaje al zorzal Annie, con lo que lo adoro, eres grandiosa, besos!

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