viernes, 30 de octubre de 2009

LA CALMA




Te estoy lánguidamente mirando,
no hago ningún esfuerzo para atraer a mi mente,
tu rostro iluminado en el presente y la distancia,
y yo acomodando el poder de tu silencio.

Me dejo llevar por una antigua paz,
dibujando un corazón que, sobre la almohada yace,
y en el dominio de esa calma límpida de la aurora,
se desgarra el ritmo de tus nubes enamoradas.

Sosegada la noche sin movimiento extraviado,
sólo aprisiono tus fronteras con fuerza libre y sonora,
restablecido el retazo del infinito, se deleita el alma
y se abre subyugado el hechizo de la luna callada.

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